El cumpleaños de Dani coincide con Halloween |
Trabajé ese día hasta muy tarde. En esta ocasión había decidido no apurar hasta el final y descansar unas semanas antes de dar a luz. Estaba muy cansada.
Mis amigos me esperaban para cenar. Cristina era y sigue siendo la Master del Universo cuando toca cocinar con recursos limitados. El alojamiento de personal en el hotel no daba para mucho pero ella, con una hornilla eléctrica pequeñita, es capaz de todo. Anita, que entonces tenía 15 meses, quedó al cuidado de su papá y yo disfruté de una cena estupenda (todavía recuerdo el sabor de esa fideuá inmejorable) en fantástica compañía.
La idea era ir a bailar después de la cena. Como no me apetecía, relevé a Pablo del cuidado de la peque y todos se fueron a celebrar el aniversario de la Discoteca Pachá de Punta Cana.
Ana dormía, yo intenté hacer lo mismo pero no tenía sueño....así que, enfundada en un camisón premamá, me puse a trabajar. No quería dejar pendientes. Lo hacía sin prisa. Total, todavía faltaba un mes para dar a luz y podía terminarlo con calma la semana siguiente aunque ya estuviera de baja.
Noté, de repente y sin realizar esfuerzo alguno, que un torrente de agua salía de mi. La sensación fue tan diferente que no tuve dudas en cuanto a que me pasaba eso sobre lo que había escuchado y leído. Había roto aguas. Era la 1 y estaba sola con mi bebé en la cuna y uno en camino......
Me sabía de memoria la extensión del Centro Médico. Me contestó con esa voz tan suya el Doctor Mota. "Mota, creo que he roto aguas"...."Esta bien, tranquila, espérame acostada, salgo para allá inmediatamente". ¿Acostada? Hice de todo menos eso. Comencé a dar vueltas por la sala dejando un reguero de líquido a mi paso. En pocos minutos llegó el doctor que confirmó mi estado y me obligó a acostarme. Comenzó su diálogo con mi doctora a la que sacamos de su sueño en su casa de Santo Domingo, supongo que ya estaba acostumbrada. Yo tenía que llegar hasta allí cuanto antes así que llamaron a la ambulancia que lamentablemente no estaba ni cerca ni desocupada. Había que esperar.
Yo me encontraba bien. Solamente seguía soltando líquido y más líquido. Estaba preocupada, sabía que eso significaba la llegada inminente de ese nuevo ser del que todavía no sabíamos el sexo....recordaba a mi amiga Charly que muy poquito antes había dado a luz a Juan Carlos (nuestro querido Juanchi, otro hombretón increible) en la ambulancia, en la carretera. No le había dado tiempo a llegar.
Localizar a Pablo por teléfono en medio de una fiesta discotequera no fue fácil pero ahí llegó acompañado de un buen puñado de amistades que no querían perderse el espectáculo. Mi espera se convirtió en una fiesta donde el único que parecía algo nervioso era el médico. El resto estábamos muertos de la risa, en mi caso también consecuencia del nerviosismo. Qué le voy a hacer, cuando estoy nerviosa me río.
Y por fin, después de lo que parecieron varias horas, llegó la ambulancia. El doctor insistió en que hiciera el trayecto de unos escasos 20 metros entre el apartamento y la ambulancia en silla de ruedas, me sentí un pelín estúpida. Me seguía el grupito de amigos de los que me despedí con la mano, al estilo real, mientras me subían a la ambulancia. Un par de amigas se quedaron al cuidado de Ana. A la mañana siguiente llegaría su niñera María y se haría cargo de todo.
Hice el trayecto acompañada de un doctor y una enfermera de los que hoy no recuerdo el nombre. Pablo se subió junto al conductor con quien charlaba animadamente en lo que se comían un "pica-pollo" (=pollo frito típico dominicano) cuyo aroma llegaba a mi nariz como un cuchillo ¡cómo me molestaron todos los olores durante todo el embarazo!. Yo me encontraba perfectamente, solamente sentía que la camilla no me era cómoda y no entendía como después de 2 horas seguía saliendo líquido de mi cuerpo. A mitad de camino, a la altura de La Romana, comencé a sentir retortijones de barriga, algo que el doctor y la enfermera identificaron como contracciones. No pasaron más allá de ser eso, retortijones. El camino era largo así que para cuando llegamos a Santo Domingo ya era casi de día. En ese punto yo ya estaba muy cansada y quería que todo acabara.
En la clínica ya me esperaban con todo preparado. Todo me molestaba, todo me dolía, discutí con las enfermeras y me convertí en una mujer indeseable....pero antes de darme cuenta ahí estaba él. "¡¡¡Es un niño!!!" gritó mi doctora Tamara (un ángel) que con el Doctor Sánchez fue quien también me atendió durante todo el embarazo y parto de Ana. No sé porqué, pero no me sorprendió. Durante todo el embarazo sentí que sabía que quien estaba ahí dentro era Daniel.
La sonrisa de Dani llena cualquier foto |